Instituciones, Gobernabilidad y Desarrollo

Por Danilo Astori, Ministro de Economía y Finanzas de  Uruguay

En la reflexión y la acción acerca de los caminos que conducen a niveles cada vez más altos de desarrollo económico y social, la cadena que nace en las fortalezas institucionales de la sociedad, e incluye como eslabones a la transparencia, la rendición de cuentas y la gobernabilidad, asume una importancia crucial. En tiempos como los actuales, en los que la volatilidad y la incertidumbre, así como los problemas de gobernanza afectan al mundo en su conjunto, es relevante detenerse a examinar el papel a jugar por los conceptos antes señalados.
Es claro que el que refiere al desarrollo económico y social de una sociedad se encuentra íntimamente asociado al de proyecto nacional, entendiendo por tal el que se define como una verdadera cuestión de Estado, definida y ubicada por encima de los partidos políticos y otras organizaciones sociales, así como la de la alternancia de unos y otras en el poder.

Lineamientos estratégicos y consenso

Desde otra perspectiva, no puede si no tratarse de una cuestión que se proyecta a mediano y a largo plazo y que por esta misma razón se apoya en lineamientos estratégicos sostenibles en el tiempo. Así, por ejemplo, el crecimiento inclusivo, la apertura al mundo y la apuesta a la calidad y la excelencia en el esfuerzo y los resultados de las actividades que encara la sociedad, son capaces de ilustrar con claridad la naturaleza de tales lineamientos.

En suma, transitar por estos caminos estratégicos hacia el desarrollo económico y social, constituye una verdadera transformación cultural que, percibida con una mirada universalista, significa el proceso por el cual los integrantes de una sociedad asumen sus diferencias y las aceptan, convirtiéndolas en una diversidad creativa, mientras desarrollan su autoestima colectiva y aprenden juntos a compartir valores superiores, como la solidaridad, el altruismo, el respeto y la tolerancia. Al fin de cuentas, la cultura no sólo refiere a las tradiciones, las costumbres, los idiomas, los saberes y las artes, sino también los modos de vida por los cuales las personas y los grupos expresan su humanidad y le dan un significado a su existencia y su desarrollo.

Una larga y rica experiencia mundial nos enseña que las transformaciones estructurales y culturales profundas, como aquellas a las que nos referimos, no son posibles si no es por la vía de grandes acuerdos entre quienes piensan diferente pero coinciden en lineamientos estratégicos como los comentados. No conozco ninguna experiencia exitosa sobre la base de la discrepancia y el enfrentamiento permanentes. Por esta razón, un escenario de gobernabilidad resulta imprescindible para definir y recorrer este camino.

El sistema político como herramienta de construcción

Ello nos lleva de la mano a la importancia fundamental de la política, entendida como la actividad humana superior por la cual una comunidad se propone actuar sobre la realidad para cambiarla en un sentido y con una intensidad previamente determinados. Esos cambios no caen del cielo. Se logran haciendo política en el sentido más elevado del concepto, que incluye la definición de objetivos, un camino para ir hacia su realización e instrumentos para promover en la sociedad conductas coherentes con la orientación y el contenido de los cambios.

Se comprenderá entonces la responsabilidad clara que asumen los partidos políticos en estas circunstancias. No hay fortaleza política sin un sistema de partidos que sea el pilar fundamental sobre el que se asienta esta actividad, y ese sistema cumplirá su papel si los partidos constituyen verdaderos mecanismos de acceso de la voluntad popular  al poder, democratizándose, jerarquizando sus experiencias de estudio y definición de propuestas programáticas y promoviendo la disciplina y el sentido de pertenencia como factores aglutinantes y de proyección al futuro.

La transformación del Estado y el espacio público

Decía al principio que el primer eslabón de la cadena que refiere a la presente reflexión es la fortaleza de las instituciones, base fundamental de la calidad de la democracia, empezando por el imperio de la ley. Cuando se aborda esta materia, dos aspectos emergen con mucha claridad como factores insoslayables de la sostenibilidad institucional: la transformación del Estado y la orientación que debería tener el indispensable proceso de modernización y especialización institucional que integra el camino hacia el desarrollo económico y social.

La transformación del Estado tiende a generar para este último las capacidades que le permitan asumir las responsabilidades que se le asignen, así como renovar sus relaciones con la sociedad civil. Ésta debería ser diseñada considerando esta renovación, así como en el marco de una reformulación global de las articulaciones entre lo público y lo privado, la intervención gubernamental y el mercado. Es por esta razón que habrá que evitar dos confusiones muy frecuentes. La primera es la que suele existir entre público y colectivo por un lado, y privado e individual por otro. La segunda es la que conduce a identificar los conceptos de sector público y espacio público. Este último trasciende largamente al primero y – al mismo tiempo – lo comprende.

Hay un espacio público no estatal en el que muchas actividades de interés nacional pueden funcionar mucho mejor distanciándose de las rigideces del aparato estatal, siendo reguladas por el derecho público o aún el privado cuando fuere necesario. Hoy en día, la matriz Estado-céntrica se agota, lo que implica que la cuestión pública es percibida como espacio de toda la sociedad y no del Estado. La idea de gobernanza como paradigma de la reforma de la gestión pública, promueve la interacción entre los actores del gobierno y entre estos y la sociedad civil.

Pasando a la acción: modernizando las prácticas públicas

Es posible identificar cuatro planos interrelacionados en el diseño de la reforma del Estado: las transformaciones institucionales propiamente dichas, la formación de recursos humanos, la incorporación de tecnología y la gestión, entendida como el conjunto de procedimientos de acción, incluyendo su organización y su grado de centralización.

Dado que la transparencia y la rendición de cuentas son fundamentales para el fortalecimiento institucional como vehículo hacia la gobernabilidad y el desarrollo económico y social, las más importantes transformaciones para consolidar dicho fortalecimiento refieren al acceso a la información, garantizando este derecho consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; su contrapartida, que es la protección de datos personales; un sistema de compras públicas que asegure equidad y certeza jurídica, y la realización de acuerdos internacionales para el intercambio de información tributaria, la identificación de titulares de participaciones patrimoniales al portador, y el combate al lavado de activos y el crimen organizado.

Sobre estos temas la agenda está abierta. No hay recetas generales. Hay realidades concretas, con historias y peculiaridades propias. Y hay un proceso de desarrollo en marcha que jamás podremos considerar culminado, ya que el día en el que cometamos semejante error habremos de estar asegurando su frustración. Como el caminante de Antonio Machado, al volver la vista atrás durante este tránsito, veremos las huellas que no hemos de volver a pisar.


 

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